Vigencia de la teoría Estructuralista de Prebisch

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Si entendemos
desarrollo como el proceso acumulativo de transformación de la estructura
económica y social o según Rodríguez (2001) la dinámica de las estructuras de
la producción de bienes y servicios y de la ocupación de la fuerza de trabajo,
podemos afirmar que todos los países buscan desarrollarse; sin embargo, América
Latina, aunque lo ha intentado, no lo ha conseguido. Esto se debe a que no se
ha hecho un cambio estructural y por tanto, podemos estudiar a Prebisch, principalmente
a través de tres autores, Aldo Ferrer, José Antonio Ocampo y Octavio Rodríguez,
para responder a la pregunta ¿Es aún vigente la obra de Prebisch? Y con ello
saber si daría resultado encaminar a los países latinoamericanos hacia el
estructuralismo que se plantea en su obra.

Una característica importante de los estructuralistas es que relacionaron las condiciones internas de Latinoamérica con el contexto internacional. Ferrer (2010) dice que la principal preocupación de Prebisch fue cómo fortalecer nuestra capacidad de respuesta frente a los desafíos y oportunidades del orden mundial, que actualmente denominamos globalización. Puesto que de ahí surge el enfoque centro-periferia y se hacen análisis de términos de intercambio, integración regional, etc.

Según Rodríguez (2001), Prebisch afirma que el mercado carece de aptitud para inducir por si sólo los cambios en la composición sectorial de las estructuras. Este último, además, encuentra problemas de desigualdad de acuerdo con la distribución de los frutos del progreso técnico[1], de manera que la estabilidad no se consigue sin enfrentar las consecuencias de dicha desigualdad. En su obra se cuestiona la viabilidad de un sistema financiero global desregulado, la posibilidad de seguir cerrando la brecha de ahorro e inversión a través del déficit y la emergencia de los países asiáticos como nuevos protagonistas de las relaciones internacionales.

Los tres mensajes principales que dejó Prebisch según Ferrer (2010) fueron, primero, que el orden mundial funciona según los intereses de los países centrales, lo que en sus palabras se llama “pensamiento céntrico”, esquema teórico contra el que es necesario rebelarse para alcanzar el desarrollo. Segundo, que la transformación es posible, y para ello se necesita crear una relación simétrica no subordinada con los países del centro. El tercero es que es que “la transformación requiere un cambio profundo en la estructura productiva a fin de incorporar el conocimiento, como instrumento fundamental del desarrollo” (Ferrer, 2010, p.9). Para lo cual debe haber un conjunto de industrias y encadenamientos que generen valor agregado en la frontera del conocimiento.

Rodríguez (2001) parte de que Prebisch entendió que el subdesarrollo no es un simple estado de atraso sino un patrón de funcionamiento de ciertas economías y asegura que sus principales contribuciones se atribuyen al estudio de estas economías en donde encontró heterogeneidad estructural, es decir, presencia simultánea de productividades diferentes entre sectores; especialización productiva primario-exportadora con ausencia casi total de manufacturas, donde se ve reducido el progreso técnico y el desarrollo desigual o carácter bipolar del sistema centro-periferia. Todo esto contra una homogeneidad y diversificación creciente de las economías desarrolladas.

Ahora, Ocampo (2001) reconoce el papel clave del progreso técnico en el crecimiento económico y su dinamismo, y además, que los países en desarrollo siempre se analizan desde su posición periférica. Muestra también las asimetrías en la estructura productiva, donde los países de la periferia se especializan en productos de baja elasticidad-ingreso o “inferiores” y los del centro en productos de alta elasticidad-ingreso, lo cual genera el “estrangulamiento externo” porque los primeros comienzan a tener problemas en la balanza de pagos.

El polo periférico queda entonces en desventaja ya que no genera sucesivos avances tecnológicos y además cuenta con menor número y tamaño de empresas que los generen y que a la vez cubran sus riesgos y costos. De este modo se da también desempleo abierto, formado por el ahorro de mano de obra que produce el cambio técnico y con una tendencia al alza más aguda en los países latinoamericanos. Al mismo tiempo, la disparidad en la tecnología se relaciona con una tendencia al déficit de la balanza comercial, pues habrá sectores en los que no hay acceso por la rapidez tecnológica de los centros y por tanto no se podrán producir y exportar artículos de dichos sectores. “Lo que a su vez implica que hará falta recurrir a aumentos reiterados y significativos de las importaciones cuya producción interna resulte inviable” (Rodríguez, 2001, p. 48).

De acuerdo con Ferrer (2010) hay una disyuntiva y su principal componente es la globalización, el cual es el espacio de formación del pensamiento hegemónico que va en pro de las ideas del centro. El segundo componente es el desarrollo, el cual implica la organización del Estado en sinergia con lo privado, que como tiene lugar en el espacio nacional sólo es posible “desde dentro” como afirma Sunkel (1991). En este punto, Ocampo (2001) afirma que según Prebisch y la CEPAL, la solución era un “modelo mixto” que consistía en hacer sustitución de importaciones y a la vez promover nuevas exportaciones de tipo industrial, pues como la globalización penetra a los países, el desarrollo se vuelve un dilema de orden global y si el país pone en marcha procesos de gestión del conocimiento, ésta le abre oportunidades, de lo contrario se desarticula. Hay que anotar que el dilema comienza cuando la tecnología impacta y con ello, crece la productividad.

En el análisis que hace Rodríguez (2001) tiene en cuenta el deterioro de los términos de intercambio y muestra dos teorías, una que busca explicar la sobre abundancia de la mano de obra y otra el desequilibrio externo. Y luego una tercera que lo muestra como resultado del proceso de industrialización, formando después una teoría del subdesarrollo. También tiene en cuenta tres campos, el análisis de la asignación de recursos, la cooperación internacional y la idea-fuerza de la planificación.

Ferrer (2010) observa que las ideas de Prebisch se gestaron cuando los países latinoamericanos se incorporaron como abastecedores de productos primarios, importadores de manufacturas y tomadores de deuda, y sus ideas tomaron influencia en la fase de desglobalización del sistema internacional.

Los últimos años se caracterizan por la emergencia de los países asiáticos que han hecho una transformación estructural basada en actividades intensivas en conocimiento. Además, por la crisis mundial del dinero, se ha hecho evidente la inviabilidad de cerrar la brecha de ahorro e inversión y se ha provocado un vacío teórico en el pensamiento céntrico. Esto deja el desafío de hacer cambios importantes en el sistema mundial, teniendo en cuenta que el desarrollo es “la incorporación de la ciencia y la tecnología en el tejido económico y social, y la capacidad de gestionar el conocimiento en el espacio nacional” (Ferrer, 2010, p.13).

Pero para lograr responder a los desafíos y oportunidades de la globalización se necesita “densidad nacional”, es decir, cohesión social, calidad de los liderazgos en el proceso de acumulación de capital y tecnología, estabilidad institucional de largo plazo e ideas; pues una sociedad fracturada no se conduce hacia los intereses del pueblo y se necesitan líderes con ideas arraigadas en el interés nacional. Lo anterior con el fin de ser “capaces de construir un pensamiento original latinoamericano de desarrollo económico y social” (Ferrer, 2010, p.14).

Rodríguez (2001) añade a lo anterior, que debe haber una política deliberada para promover las exportaciones y evitar las importaciones innecesarias, basándose en un aumento de la productividad y competitividad; para él, esa orientación deliberada del comercio exterior constituye una condición de viabilidad del desarrollo junto con el aumento de los niveles de ahorro interno, el aumento del empleo y la reabsorción del subempleo que generen incrementos en la PEA[2].

También se reconoce que el mercado es importante pero le falta horizonte social, porque reproduce la heterogeneidad, al reiterar la especialización productiva.

En conclusión, según Ferrer (2010) los tres mensajes de Prebisch tienen incluso más validez que hace cincuenta años cuando se formularon, sobre todo el de criticar el pensamiento céntrico. En cuanto a la transformación, hay ejemplos en nuestros días que ratifican que se necesita un cambio estructural profundo que incorpore las actividades en la frontera del conocimiento y genere un pensamiento propio. Conclusión que se asemeja a la de Rodríguez (2001) cuando dice que la teoría de Prebisch es vigente si se superan las insuficiencias del mercado y “ello implica emprender ciertos patrones de cambio de la estructura productiva de la periferia” (p. 50) en donde el Estado adquiere especial relevancia.

Para ello se deben reformular las estrategias de desarrollo comenzando por plantear acuerdos internos amplios e inclusivos, lo que a la vez exige una redefinición del papel del Estado.

Ocampo (2001) por su parte reconoce la tendencia de las dos últimas décadas a reforzar asimétricamente las instituciones macroeconómicas y afirma que lo anterior hace necesario reorientar los sistemas, de forma que las prioridades sociales se incorporen en el centro del diseño de la política económica. No obstante, él está de acuerdo con que debe haber integración en Latinoamérica, pero asegura que existe una doble paradoja. Por una parte, las fuerzas proteccionistas que predominaron en la región en los años sesenta y setenta generaron procesos de integración que restringieron su alcance a sectores no competitivos; por otra, durante la crisis de la deuda de los años ochenta, los esquemas de integración regional estuvieron a punto de sucumbir ante el uso generalizado de la protección y de las devaluaciones competitivas como instrumentos de ajuste de las economías.

Por tanto, para Ocampo (2001), la integración regional depende de la “profundidad” que alcancen los acuerdos correspondientes, ya que, de acuerdo con la experiencia europea, a medida que se consoliden mercados comunes y un proceso activo de inversión intrarregional, los acuerdos regionales en materia de competencia y, eventualmente, la adopción de una política de competencia común, tienen ventajas evidentes sobre las normas de competencia desleal que regulan exclusivamente el comercio exterior.

Su conclusión, al igual que los otros dos autores, es que la advertencia que hace Prebisch sigue sonando con fuerza en el sistema económico y político internacional en el cual, “el comercio de los países en desarrollo ha convergido en los centros, pasando por alto la potencialidad enorme del comercio recíproco.” (Ocampo, 2001, p. 38).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ferrer, A. (Agosto, 2010). Raúl Prebisch y el dilema del desarrollo en el mundo global. Revista de la Cepal. No 101, p. 7-15.

Ocampo, J. A. (Diciembre, 2001). Raúl Prebisch y la agenda del desarrollo en los albores del siglo XXI.  Revista de la Cepal. No 75, p. 25-40.

Rodríguez, O. (Diciembre, 2001). Prebisch: Actualidad de sus ideas básicas. Revista de la Cepal. No 75, p. 41-52.

Sunkel, O. (1991). El desarrollo desde dentro: un enfoque neoestructuralista para la América Latina. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

“La existencia de un pensamiento propio es condición

necesaria e indispensable para poder encauzar a los

países por el camino del desarrollo.”

Prebisch


[1] Al que percibe como variable exógena a la operatoria de la economía según Rodríguez (2001).

[2] Población Económicamente Activa

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