Una pequeña historia del dueto dinámico diseñador-cliente

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Todo inicia con el deseo de una persona por decir algo de sí mismo o de la organización a la que pertenece, un deseo de hacer pública una idea, y un convencimiento de que se deben movilizar estas ideas a través de piezas impresas, piezas ya estandarizadas para estos fines.

En nuestra cotidianidad manejamos el concepto de “Diseño” con significados diversos, entendido como atributo de un objeto, “quiero que le metan diseño a mis volantes”, o entendido como objeto en sí mismo, “este diseño lo quiero para poner a lado y lado de la entrada del local”, así, el concepto de diseño tiene en cada uno de nosotros una definición, con la cual operamos la interacción entre el diseño, diseño adjetivo y/o diseño sujeto. Nosotros, en este sentido, le atribuimos razones y dinámicas a aquello que hemos construido como definición de diseño, y de esta manera, demandamos que aquello a lo que atribuimos como diseño responda de acuerdo con nuestras expectativas.El definir al Diseño como adjetivo o como sujeto resulta de gran importancia para entender las expectativas que se fijan sobre el Diseño y la manera como interactuamos con el diseño mismo.

Cuando un cliente concibe que el diseño es sujeto, “necesito este diseño, implica que la noción de diseño está vinculada a una forma definida, forma de la que se busca disponer a través de una persona que posea el acceso al depósito de las distintas formas ya existentes. En esta concepción  del diseño, el proceso de diseñar es visto como un proceso de selección de una forma “correcta”, acercándose a la idea de manejar un diccionario, tras la definición correcta de una palabra, en este sentido, la valoración del diseño está intrínsecamente ligada a la forma en que el diseño es vehiculizado, sobre su materialidad y sobre la funcionalidad de esta materia se lleva a cabo las discusiones que entorno al diseño se desarrollan, -hablando de un pendón- “si se ve de lejos” da cuenta de una evaluación sobre el global de lo producido, no se juzga ni la tipografía ni las imágenes, ni siquiera el color de manera separada, el producto de diseño es una unidad que cumple una función de maneras ‘misteriosas’, casi como un aparato electrónico, en el cual juzgamos su funcionalidad como un todo (que un televisor reciba una señal con buena imagen y sonido) hará y no me importa desde que se entienda”.

sin reparar en los componentes que habilitan dichas funciones, en parte por ignorancia, “que le cambien el color no sé qué le hará y no me importa desde que se entienda”, en parte por desinterés, “póngale la letra que quiera, desde que se entienda”. en parte por desinterés, “póngale la letra que quiera, desde que se entienda”., en parte por desinterés, “póngale la letra que quiera, desde que se entienda” . en parte por desinterés, “póngale la letra que quiera, desde que se entienda”.

Desde esta noción le exigimos al diseño que haga pública nuestra idea, con las formas predefinidas que ‘debe’ tener, y el diseñador es quien maneja el diccionario de formas con las que se ‘debe’ atender nuestra necesidad de comunicación.

La otra dimensión en la que entendemos el diseño es como un atributo de un objeto, entendiendo que es el resultado de un proceso, en el cual derivamos activamente sobre una variedad de posibilidades, “miramos como se ve con fondo azul”, al respecto, la noción del diseño como adjetivo está íntimamente ligada a la idea de producir distinción sobre el objeto, ordenamos un diseño porque deseamos objetos que se distingan de las formas habituales. La capacidad de distinguir unos objetos de otros radica en la diferenciación, en los detalles y en los componentes de cada objeto, “quiero una fuente parecida a esta pero un poco más rechonchita, que no se vea tan seria”. Se entiende que la capacidad de diferenciación que poseen los componentes visuales de un objeto hace parte del conocimiento del diseño, y en este sentido,entendemos el diseñar como un proceso en el cual se exploran estas capacidades, en busca de una respuesta acertada. La respuesta que se busca del diseño, desde la noción del diseño como adjetivo, está arraigada en la percepción de novedad o creatividad, así mismo, está arraigada en el problema del estilo y como se percibe.

Demandamos del diseño que aquello que se nos presenta como respuesta esté embebido de un cierto grado de distinción, ligada a la idea de creatividad, de manera que el proceso de diseñar consistiría en una búsqueda de divergencia, la cual garantizara la percepción de distinción con la cual se motivó la solicitud de diseño, Igualmente, entendemos en el diseño como adjetivo, un poder consistente en configurar ideas en el ‘otro’, los objetos que son adjetivados con diseño, adquieren una manera de ser percibidos, y de comunicar cierto tipo de ideas, ideas que se vinculan al objeto mismo, al sujeto y/o a la organización que se encuentran detrás de la necesidad de comunicación que demandó el diseño.

Desde esta perspectiva, se juzga el diseño en su capacidad de invocar ciertas ideas y en su capacidad de atribuir dichas ideas a un sujeto u organización, se entiende que para lograr esta invocación y no existe una respuesta pre-configurada, y no se desea, aunque existan ciertas nociones que puedan resultar contradictorias. Al pensar el diseño como adjetivo, el cliente entiende que el diseñador es quien posee las habilidades para emprender la búsqueda de una idea creativa, es quien tiene la capacidad de darle forma a su inquietud, el cliente idealiza al diseñador como un traductor que escucha sus expectativas y resuelve una imagen con esa información, que es él quien posee una habilidad de materializar conceptos en imágenes.

En ambos casos, el diseño como objeto o como adjetivo, se entiende el poder de invocar sentidos que posee la imagen, comprende el cliente que la función última de la imagen es comunicar una serie de ideas sobre sí mismo, con énfasis en aquello que lo identifica, de esta manera, el cliente entiende al diseñador como quien concreta la identidad del mensaje del cliente y es capaz de expresarla a otros, terceros. Así mismo, se entiende en el diseñador un conocimiento y una capacidad que se concreta en la materialización de una imagen peculiar y poderosa, a través de un proceso con un alto grado de incertidumbre en principio, incertidumbre que se desvanece conforme el diseñador explora posibilidades y las evalúa.

El dueto diseñador-cliente se constituyen de esta manera en uno de los universos sobre los cuales se definen el diseño y los procesos de diseño, dándole roles a cada uno de los actores de acuerdo con las necesidades planteadas y al tipo de problemas que se presenta allí mismo.

Nombre: Mg. Dg. Alejandro Rivera – Plata

Cargo: Docente Programa Diseño Gráfico

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